Mi historia en el Opus Dei

Ana Azanza [Doctora en Filosofía y profesora en un instituto de educación secundaria de Jaén. Ex miembro del Opus Dei. Ha publicado varios libros de filosofía, Diccionario de Pensadores Navarros (Eunate 1997), El conocimiento de Dios según Pedro de Atarrabia (Eunate 1997) o 19 años de mi vida caminando en una mentira, Opus Dei (El Olivo 2004). Pertenece al grupo de investigación “La imagen barroca del mundo” de la Universidad de Granada y colabora habitualmente con la página de ex miembros del Opus Dei. Además mantiene un blog personal Sin miedo al Opus Dei y colabora en otros dos sobre temas filosóficos y educativos “Quinta del Mochuelo” y “Espíritu y cuerpo”]

Entré en el Opus Dei cuando contaba 16 años de edad. Permanecí casi dos décadas como numeraria, es decir, célibe destinada a tareas de formación y dirección de las demás miembros, pues en el Opus Dei rige una estricta separación entre hombres y mujeres.

He vivido en distintos centros del Opus Dei de Pamplona, Jaén y Francia. Estudié filosofía en la universidad que esta institución tiene en mi ciudad natal, Pamplona, hice el doctorado y más tarde siendo todavía numeraria obtuve una plaza de profesora de instituto de educación secundaria en Andalucía.

Opus Dei es un grupo que goza de amplio reconocimiento social y político en España. Ha sido muy favorecido por el papa Juan Pablo II que le otorgó un estatuto legal de privilegio dentro de la iglesia y canonizó a su fundador. Puede parecer muy osado por mi parte presentar mi testimonio como ex miembro de secta. Pero he llegado a la conclusión de que mi testimonio es necesario aquí. Han sido más de 10 años fuera del Opus Dei, y en ese tiempo he conocido experiencias de ex miembros del Opus Dei similares a la mía, véase opuslibros.org. También me he informado sobre ex miembros de organizaciones controvertidas como por ejemplo la Iglesia de la Cienciología. Haciendo acopio de todos esos relatos de personas que estuvieron en grupo sectarios concluyo que el Opus Dei en sus métodos de recluta y lavado cerebral, de culto al fundador, de desposesión afectiva, efectiva y económica y de persecución al disidente no tiene nada que envidiar a otras asociaciones. Incluso aunque entre los miembros y simpatizantes del Opus Dei se encuentren personalidades reconocidas de la política, la economía, la finanza, la justicia y la Iglesia en España.

Dejaré de lado el impacto del Opus Dei en la sociedad española para centrarme en mis vivencias.

Mi padre era veterinario y vivíamos en un pueblo de Navarra, pero hacia 1976, mis padres decidieron mudarse a Pamplona. Por medio de algunos amigos entraron en contracto con el Opus Dei. Fueron invitados a cursos de pedagogía que la universidad de Navarra organizaba para educadores en general. En la universidad hablaron a mi madre del club Isaba, un piso en el centro de la ciudad al que yo podría acudir después del colegio para hacer los deberes, aprender inglés, cocina, hacer trabajos manuales o salir de excursión los fines de semana. Cuando tenía 10 años mi madre me apuntó al club Isaba. En ese piso vivían una docena de numerarias, mujeres célibes del Opus Dei, estudiantes todas ellas de la universidad de Navarra. Ellas dirigían las actividades con niñas y adolescentes entre 9 y 18 años.

Además de las actividades mencionadas, acudíamos de vez en cuando a una charla sobre un tema religioso: la devoción a la virgen María, el sacramento de la penitencia, la Misa…También resultó natural con 14 años acudir una predicación del sacerdote del Opus Dei que comentaba un pasaje del evangelio en el oratorio o capilla de aquel piso.

Mis padres estaban encantados con la formación católica que su hija estaba recibiendo. En los años 70 y 80, tras el Concilio Vaticano, muchos curas habían colgado los hábitos. Esto se notó especialmente en mi tierra, Navarra, que tradicionalmente se ha distinguido por ser un lugar de abundantes vocaciones religiosas. Así que mis padres veían el club Isaba como un lugar seguro, donde su hija sólo aprendería buenos ejemplos.

Cuando cumplí 14 años, después de años de siembra, las directoras del Opus Dei decidieron que había llegado la hora de recoger el fruto. Una de aquellas estudiantes universitarias me planteó la vocación de numeraria al Opus Dei. Según ella se trataba de una llamada divina, Dios había pensado en mí desde la eternidad para hacer el Opus Dei y no podía defraudarle. Estas palabras en la niña ingenua que yo era, educada en el más estricto catolicismo me hicieron mella. Me las creí profundamente y hasta el final de mis años en el Opus Dei nunca las puse en cuestión. Había ya mordido el anzuelo y fue la primera mentira de toda una larga cadena.

Tras unos cuantos meses de persecución literal por parte de las numerarias encargadas y mucho desasosiego por mi parte escribí una carta al jefe del Opus Dei en España pidiendo la Admisión como numeraria. Hay que señalar que era una cría y que esa carta no puede tener ninguna validez, hecha bajo presión, tras un período de lavado cerebral y mediando mentiras muy serias. Pero mi familia no tenía los instrumentos para darse cuenta de en qué se estaba metiendo su hija adolescente.

Hoy sé que mi vocación como la de todas las “captadas/os”, la habían decidido dirigentes del Opus Dei a los que yo no había visto en mi vida, pero que habían ido recopilando y poniendo por escrito para valoración y gestión toda la información posible sobre mi familia y circunstancias: económicas, psicológicas, sociales, médicas, intelectuales, y que tras sopesar los datos suministrados por todas las personas del Opus Dei que nos conocían, habían concluido y ordenado que se me podía plantear ser numeraria. Les convenía, no era tonta ni pobre. Había discreto patrimonio. Sin esos extremos quizás nunca me hubieran planteado ser numeraria.

Una vez que se da el paso de integrarse como numeraria empieza una nueva etapa. Hay que ir incorporando a la vida muchas horas de rezos diarios. También mortificaciones de corte medieval como cilicios y disciplinas que me consta muchas órdenes religiosas han dejado atrás. Se reciben clases sobre el espíritu de la Obra y la vida se llena de un sinfín de actividades que consiguen que poco a poco se vaya abandonando toda relación que no tiene estricta relación con “ir al Club o llevar a las amigas al Club”. Desde el primer momento se insiste a las jóvenes reclutas en que tienen que hacer apostolado, lo que significa que hay que llevar a las conocidas al centro del Opus Dei. Se puede pasar tiempo con una amiga hablando de otras cosas, pero esas conversaciones deben desembocar en que la amiga ha de acudir al centro. Si tras muchos esfuerzos no se logra, es mejor buscarse otras amigas y volver a empezar con la cantinela. Este es uno de los rasgos de sectarismo del Opus Dei, no hay nada que ocupe más el tiempo que el apostolado. Y además falsea todas las relaciones humanas, porque siempre está por medio el motivo fundamental para la amistad, “hay que atraer gente a nuestros apostolados”. Es una predicación constante que no ceja y se celebra mucho a las personalidades con gancho para atraer gente guapa, rica y distinguida.

Con 18 años me fui a vivir a Francia para un tiempo de “formación más intensa” en un centro del Opus Dei en París. Allí se aprende la vida de numeraria, con unos horarios muy estrictos, levantándose muy temprano para limpiar, rezar y asistir a misa en latín en el propio centro o residencia. También la confesión debía de ser semanal y con el cura designado del Opus Dei. No se elige confesor. Y las directoras controlaban estrictamente si las personas se confesaban semanalmente.

Otro medio sectario de control es la charla fraterna que se realiza con la directora cada semana. En ella se habla de las normas de oración y planes de apostolado. Pero también de todas las inquietudes, pensamientos, sentimientos que no se deben compartir con nadie más. Está estrictamente prohibido compartir emociones profundas, objetivos en la vida, conversaciones íntimas entre miembros de la organización. Todo lo que una persona siente y vive debe ser contado sólo a la directora que así controla e informa si es necesario por escrito al mando superior. Todo se mezcla en esas conversaciones y ese “trabajo de dirección” es fundamental para entender el mando que las jefas llegan a tener sobre las mujeres que están a su cargo. Las directoras del Opus Dei saben todo lo que se puede saber de sus subordinadas y deciden domicilios, ocupaciones, estudios, cambios de casa. Es el dominio de la “institución total” de Goffman.

Todo el dinero que enviaban mis padres para pagar estudios y manutención, pasaba por las manos de las directoras. Yo pedía estrictamente lo necesario para el autobús o la pasta de dientes. Y si necesitaba unos zapatos debía “pedir permiso” antes de reclamar el dinero a la secretaria o “cajera” del centro que habría en horario semanal determinado. El mismo método se seguía una vez que ya gané mi sueldo de profesora: Lo entregaba íntegro.

Cuando acabó esa etapa de formación regresé a Pamplona donde culminé mis estudios a la vez que me ocupaba de labores de formación. Daba charlas a otras personas del Opus Dei, era directora pero en lo bajo de la escala. Hacía trabajos no pagados que son necesarios para que un centro funcione: escribir el correo a las directoras superiores, ocuparme de numerarias enfermas, recoger en la caja del centro los sueldos de las que los ganaban, llevar la contabilidad, atender a las mujeres casadas del Opus Dei cuando venían al centro a recibir “formación”…etc.

En definitiva mi vida entera era el Opus Dei y el Opus Dei era perfecto. No entendía que tantas cosas que yo padecía eran sectarias, contrarias a la ley y al derecho. Por ejemplo, dar todo mi dinero sin ahorrar ni un céntimo,

que mi vida estuviera contada con pelos y señales en los despachos y en documentos usados para el gobierno,

que las cartas que recibía fueran abiertas y comentadas por la directora y que debía depositar en su despacho las que yo escribía,

que no tuviera intimidad ninguna,

que registraran mi habitación en mi ausencia,

que controlaran absolutamente todas mis entradas y salidas,

que si alguna vez iba al médico, este tenía que ser del Opus Dei y que además era previamente informado por las directoras.

Que no podía leer más que los libros publicados por las editoriales del Opus Dei o autorizados por los directores. Todo tenía que ser consultado.

Y que este régimen de vida totalmente dirigido no tenía respiro ni en verano ni en vacaciones. Había sido criada a los pechos del Opus Dei y aceptaba la separación que hubo con mi familia y amistades como algo querido por Dios y apoyado por la iglesia.

 En 1995 defendí mi tesis doctoral en filosofía en la universidad de Navarra.

El Opus Dei tenía serios motivos, que yo ignoraba entonces, para no facilitarme un puesto de profesora en la universidad. Por eso en 1996 me presenté y aprobé las oposiciones para profesora de instituto, así fue como llegué a Andalucia.

En el año 2000 las cosas empezaron a cambiar. Se juntaron diversos acontecimientos que hicieron que en dos años estaba fuera del Opus Dei, buscándome la vida en libertad y luchando contra todos los obstáculos que me pusieron en el camino para que no pudiera rehacer mi existencia fuera de ese mundo.

Mi madre enfermó y descubrí con estupor que al Opus Dei lo único que le importaba de aquella situación era quedarse con la posible herencia que recaería en mí a su fallecimiento. Jamás me había planteado ese problema, ni siquiera era dueña de mi propio sueldo. Nunca hablé seriamente con mi madre de ese tema. Pero observé que el Opus Dei si estaba al corriente y era lo que estaban esperando para deshacerse de mí.

En el fondo, en el Opus Dei sabían que no encajaba en sus esquemas, porque “no entendía la Obra” como la manipulación de los demás. Yo la entendía a mi modo, todo era religioso, santo y bueno y no me daba cuenta de las trapacerías y encerronas que se organizan para meter a la gente por el carril que a ellos les interesa.

Otro suceso que me desconcertó ocurrió cuando critiqué actuaciones de directoras que no me parecían correctas, la contestación a mi queja fue la “orden” de acudir al psiquiatra. Hube de acudir al que ellas me dijeron, uno del Opus Dei en Granada. Dr. Gurpegui.

A pesar de llevar casi 20 años dentro, ignoraba que cuando una numeraria muestra signos de rebelión la medicación psiquiátrica forma parte del protocolo. Esto lo he contrastado con otras personas que también han salido del Opus Dei. Yo me zafé de las medicinas, pero la inmensa mayoría de numerarios de mi edad y extracción social que dejan el Opus Dei, lo hacen con unas buenas recetas de pastillas “psi” y con cuadros de depresión, ansiedad y hundimiento existencial. Del Opus Dei nadie se puede ir tranquilamente, a no ser que pertenezca a una familia acomodada, con recursos y poder, con la que la institución prefiere quedar bien.

Otro suceso que me llevó hacia la puerta de salida del Opus Dei fue que empecé a sufrir acoso laboral en el instituto en el que hoy trabajo. Curiosamente las directoras en lugar de apoyarme, se pusieron de parte de la persona responsable.

He sufrido años de acoso laboral, con expedientes administrativos incluidos. Todo lo que pasó en mi ámbito laboral está relacionado con mi abandono del Opus Dei. Durante una temporada hubo una profesora de religión que era numeraria “destacada” en el instituto. Desde el año 2000 he sido denunciada, calumniada ante alumnos, padres y profesores. Encontré un abogado que me defendió y ejerciendo una resistencia de la que nadie me creía capaz se puede decir que aunque el tema no está totalmente superado, va camino de estarlo.

A pesar de todas las presiones que he sufrido no he necesitado acudir a ningún especialista, mi entorno me ha ayudado y animado a resistir al Opus Dei.

Hoy sigo escribiendo sobre el tema en mi blog “Sin miedo al Opus Dei”. También se pueden encontrar muchas colaboraciones con mi firma en opuslibros.org, la web en la que escriben muchos hombres y mujeres que pasaron por lo mismo. Me fascina como una institución tan omnipresente en todos los ámbitos de la vida española y eclesial es tan desconocida. El Opus Dei inventa una mitología sobre su fundador y su propia historia, y durante estos años fuera he tenido que leer y estudiar mucho para ir adquiriendo una perspectiva más clara sobre cuál fue el lugar en el que gasté mi adolescencia y juventud.

Cuando recién había salido publiqué un libro con mi historia “19 años caminando en una mentira, Opus Dei”. Después han ido apareciendo otros testimonios en Francia, Italia, Estados Unidos, Argentina…La historia se repite.

AIIAP