José Miguel Cuevas Barranquero. Doctor en Psicología. Psicólogo en Ayuntamiento de Marbella, responsable del programa de dependencias grupales. Profesor de Psicología Social, Universidad de Málaga.
1.INTRODUCCIÓN
Salir de un grupo terapéutico resulta altamente costoso y difícil por distintas razones. Una de ellas estaría en que la captación conlleva en sí un proceso engañoso, aplicándose un programa secreto de técnicas coercitivas en el que la persona se enreda sin que ésta sea consciente de estar siendo manipulada (Singer y Lalich, 1997). Otra razón, no menos relevante, es la misma disonancia cognitiva que emerge cuando alguien se plantea que la vida en el grupo es muy dura: se ha invertido meses o años de una vida, así como otros importantes costes y sacrificios; todo en pro de un supuesto proyecto mayor, que queda siempre muy por encima de la vida de sus integrantes.
En estos miembros emerge una especie de “mente sectaria”, con esquemas cognitivos claramente reconocibles y distintivos, que, de alguna forma, conllevan un efecto contrapersuasivo, elogiando todo lo grupal y rechazándose todo lo ajeno. Una tercera razón se encontraría en los mismos condicionantes que el grupo ha conseguido instaurar en la persona, como ocurre con la inducción de fobias y miedos, todas ellas centradas en la visión de un mundo exterior catastrófico, hostil, amenazante; un mundo del que hay que huir, para refugiarse así en el único rincón del mundo donde poder salvarse: el grupo.
Por tanto, existen múltiples determinantes psicosociales y ambientales que contribuyen a que la persona esté motivada a quedarse dentro, así como a temer irracionalmente la posibilidad de una salida; salida que suele ser vivida, en el corto plazo, como un fracaso, como la perdición o incluso peor, como una misma muerte en vida. La persona solidifica una serie de argumentos que justifican lo injustificable y que fortalecen la decisión de permanecer. Muestra de ello algunos de los argumentos que solemos escuchar en terapia aquellos profesionales que atendemos estos casos. Así, por ejemplo, comparto algunas muestras de ello, de expresiones que suelen repetirse en miembros de distintos grupos sectarios (o grupos coercitivos, si bien para facilitar la lectura denominaré secta a cualquier relación sectaria o coercitiva), cuando aún están dentro, determinados por el programa coercitivo:
“Aunque todo fuera mentira, da igual… prefiero vivir un solo minuto de mi puñetera vida a cambio de experimentar esta auténtica verdad”
“La vida fuera es mediocre”
“Quiero a mi pareja y a mis hijos, pero no puedo ser egoísta, mi propósito es superior; puedo hacer milagros, no puedo obviar esta responsabilidad, no puedo fallarme, debo estar a la altura de mi poder”
“Antes mi vida estaba vacía. Había pensado muchas veces en suicidarme. Afortunadamente me crucé con este propósito. Les debo la vida”
“¿Familia? Mi padre ha intentado matarme. Nunca podría quererlo”
(describiendo al gurú en un juicio) “Es la mejor persona que he conocido. Es mi mejor amigo, es el mejor psicólogo (no es psicólogo) … me ayudó en el periodo en que me divorciaba de mi pareja. Es imposible que haya podido haber hecho todo eso que dicen (las víctimas)”
“Imagina que hubieras tenido la oportunidad de conocer y vivir junto a Jesucristo. Yo no tengo que imaginármelo”.
La salida de un grupo entraña aspectos positivos y negativos. Los negativos tienen relación habitualmente con las nuevas dificultades a las que les toca adaptarse. Un proceso de adaptación que en algunos grupos más que en otros, pueden estar claramente repleto de retos y dificultades. A la persona a veces le toca un proceso de resocialización (o de socialización externa al grupo por vez primera en sus vidas, en el caso de los miembros de segunda o sucesivas generaciones). Esta nueva socialización ha de hacerse a veces con personas a las que ha “quemado”, a las que ha rechazado, criticado, o incluso denunciado; o en el mejor de los casos, personas que ha apartado de sus vidas sin justificación durante el tiempo en que han permanecido en la trampa sectaria. La situación económica en personas vinculadas a grupos sectarios suele haberse visto perjudicada y el desarrollo laboral suele haber quedado en un segundo plano. Por lo tanto, en muchas ocasiones, la persona sale “con lo puesto”, o en algunos casos, peor aún, con importantes deudas.
Otros factores que se viven como negativos tiene relación con los esquemas sectarios que siguen a veces presentes tras la salida. La persona ha podido salir por múltiples razones, pero no tiene por qué haber descubierto todas las claves del engaño, manteniendo probablemente muchos de los temores o algunas de las creencias centrales dentro del grupo. Condicionantes que pueden resultar limitantes y generar importantes niveles de ansiedad, lo que puede contribuir a desarrollar trastornos adaptativos u otra serie patologías clínicas. Por último, el daño en la identidad personal contribuye a que la persona pueda llegar a no conocerse, confundiendo o fusionando elementos de su identidad sectaria con los de su propia personalidad.
En definitiva, una persona que no sabe bien quién es; que no sabe actualmente con certeza lo qué le gusta o disgusta; que no conoce su rumbo o sus nuevos objetivos vitales y que, además, tiene gran ansiedad e inseguridad ante la toma de decisiones cotidiana; en oposición a lo que ocurría dentro del grupo, en el que tenía claro cómo debía actuar en todo momento, cuáles eran sus tareas, sus propósitos (que correspondían siempre con los propósitos del grupo o los del gurú de turno).
Todo ello, con el condicionante de que pueda seguir percibiendo que el mundo es altamente hostil, con una alta desconfianza hacia las nuevas personas con las que se relaciona (también por el hecho de reconocer haber sido engañado, le persona puede temer que vuelvan a engañarle) y con nuevas reglas, normas y conocimientos del mundo con las que en ocasiones no está familiarizado. También, otro aspecto negativo es el hecho de que, en ocasiones, las únicas amistades y/o familiares, el único apoyo social con el que cuentan, son personas de dentro del grupo y que, lamentablemente, resulta habitual que, tras el egreso, el exmiembro sea considerado “persona hostil”, provocando el rechazo de todos aquellos que antaño “le querían”. Algunas muestras de este dolor podemos expresarlas con frases que escuchamos en nuestras consultas por parte de personas recién egresadas, en las que puede existir una intensa sensación de desesperanza y vacío:
“Salir del grupo es como Morir y volver a nacer… Sientes realmente que mueres, es un proceso muy doloroso”
“En mi casa aún todo me recuerda a ella (la líder). No hay nada en esa casa verdaderamente mío: la ropa, utensilios, la decoración, … todo está impregnado en las decisiones del grupo…no hay nada “mío”; bueno, ahora que lo pienso… sí hay una sola estantería, con aviones (aeromodelismo)… de mi vida previa”
“Aún no sé cómo vivir, aún no sé quién soy. Vivo en plena confusión. Cuando algo me gusta (o me disgusta), no sé si es porque realmente me gusta o si es porque en el grupo me enseñaron que me gustaba”
“Me cuesta mucho salir de casa. Tengo muchos miedos, inseguridad… creo que nunca volveré a ser la misma persona que fui antes de entrar”
“Siento que todos esos años que estuve en la secta fueron una especie de pausa en mi vida… quince años de mi vida en los que no avancé… he vuelto a la vida pero quince años mayor… Me he perdido muchas cosas y algunas no podré volver a recuperarlas”.
Pero la salida del grupo sectario no va a conllevar únicamente problemas. Salir del grupo supone un nuevo horizonte de vida y la restauración de la libertad. Volver a conocerse y romper las limitaciones y las barreras impuestas por la determinación sectaria. Esto conllevará que la persona pueda volver a disfrutar, descubrir muchas actividades que hasta entonces estaban vetadas, conocer nuevas personas interesantes y que pueda poner en práctica sus nuevos conocimientos y habilidades en su propio beneficio. Tampoco hay que dejar de admitir que, en ocasiones, en las sectas también pueden darse aprendizajes útiles; el problema estriba, principalmente, en el elevado peaje que ha tocado pagar por ellos.
Dicho esto, cuando en terapia nos encontramos con un egresado consciente de haber sido manipulado, podemos considerar que la parte más difícil ya se ha conseguido. Ya no resulta necesario “convencer” a la persona de que está en un grupo abusivo y habitualmente, el trabajo terapéutico será mucho más fácil de desarrollar, puesto que estaremos ante una persona que requiere y solicita de nuestra ayuda y que estará motivada al cambio; que es consciente de que necesita reintegrarse socialmente, y que va a trabajar activamente para superar los obstáculos y problemas del presente. Podemos estar seguros de que a partir de este momento toca recuperar la autodeterminación, la salud mental y la estabilidad psicosocial, poder disfrutar de la vida o incluso la posibilidad de ser feliz. Muestra de ello, podemos encontrar afirmaciones como las siguientes:
“Ahora (fuera) todos los problemas de mi vida me parecen tan pequeños, la vida fuera me parece ahora tan sencilla, tan fácil”
“He aprendido mucho de la experiencia sectaria. Vuelvo a disfrutar plenamente y ahora, resulta muy difícil engañarme”
“Dentro del grupo aprendes muchas cosas. El problema no es lo que aprendes, el problema es el alto coste”
“Ahora valoro mucho mis decisiones, mi libertad; poder elegir todo, la ropa que llevo, las personas con las que decido, o no, relacionarme, mi tiempo libre, mis hobbies, incluso mi trabajo”
“Si me equivoco ahora, no pasa nada. Es mi fallo, puedo rectificar y … lo decidí yo. El problema es que antes me forzaban a equivocarme… no tenía libertad de elección, me decían cómo debía actuar… (…) pagaba por las consecuencias de la decisión de otro”.
2. CONSECUENCIAS DE LA SALIDA DEL GRUPO SECTARIO
En la divulgación sobre este tema resultahabitual centrarse en los aspectos más morbosos y controvertidos. Y, si bien estos también pueden estar presentes en mayor o menor medida, algunos como los mal llamados “suicidios colectivos”, los asesinatos (rituales o no), los homicidios u otro tipo de ataques (incluso terroristas) son poco frecuentes, al menos en comparación al alto número de organizaciones existentes y a su verdadero impacto social. Si bien es verdad, dentro de estas organizaciones tales riesgos pueden ser mayores que en organizaciones saludables, no señalaríamos que éstas se tratan de características definitorias o prototípicas, sino más bien el extremo de la sinrazón, el delirio y la obediencia sectaria. Decimos mal llamados “suicidios colectivos” porque cuando éstos se han producido no cumplen los criterios definitorios de la acción suicida.
Así, muchas de tales personas acababan siendo asesinadas en el momento final cuando trataban de escapar; por otro lado, se encontrarían las personas que pueden llegar a obedecer y causarse la propia muerte tras el erróneo convencimiento de que el destino final no era la muerte; en definitiva, muertes envueltas en creencias delirantes de corte místico; creencias sostenidas internamente por todo el grupo.
Así, por ejemplo, los integrantes de Heaven’s Gate estaban convencidos de que tras su muerte “material”, sus almas serían recogidas por una nave espacial que supuestamente viajaba tras el cometa Hale-Bopp. Los integrantes del Templo del Pueblo, donde perecieron 913 personas, muchos de los cuales ingiriendo un preparado de zumo con cianuro potásico. Previamente, lo habían ensayado de forma repetida, sin emplear veneno, en las denominadas “noches blancas”. Tras estas repeticiones de un simbólico final, cuando sí llegó el verdadero momento, muchos probablemente confiaban en que su líder no les estaba arrastrando hasta la muerte. Por otro lado, los indecisos, aquellos que no estaban dispuestos a morir, eran amenazados o incluso tiroteados, con lo que escapar de la muerte no resultó una opción real al alcance de la mayoría (Cuevas y Canto, 2006).
En definitiva, aunque está claro que la deriva sectaria conlleva en sí mismo una dependencia existencial de tal magnitud, que, en su extremo, puede ocasionar que la vida quede a merced de la organización, prefiero destacar aquellas otras consecuencias que resultan más definitorias, características, prototípicas y casi generalizables a casi cualquier grupo. Consecuencias que, si bien en ocasiones no resultan tan morbosas para los medios de comunicación, no dejan de ser claramente terribles y desagradables para los afectados y para su medio (familiares, amigos, etc.).
En primer lugar, quisiera destacar el que considero el daño principal, el primordial y más característico y, desde mi punto de vista, uno de los más terribles: el daño al recorrido vital y a la libertad personal. Dentro de una secta raramente existe autodeterminación; los derechos fundamentales quedan dañados y a merced de la estructura jerárquica. La persona acaba sometida y a medio o largo plazo acaba dañando su identidad personal, su yo, generando una especie de nueva pseudoidentidad, que corresponde con los valores, las actitudes y los rasgos que la organización parasitaria impone a la persona.
Es por ello por lo que todas las personas dentro de una determinada secta parecen actuar al unísono, como hormigas en comunidad; todos conocen cuál es su rol y cómo deben ejecutarlo. La secta destructiva parece funcionar como una especie de organismo unitario y dictatorial, en el que las diferencias y las particularidades personales han de amoldarse en pro del supuesto beneficio comunal. Es así hasta el punto de que algunas personas, cuando salen de estos grupos, pueden experimentar alteraciones disociativas más o menos graves, hasta el punto de que parecen adoptar una identidad múltiple. En este sentido, pueden actuar contra sus propios intereses, hablar de una forma poco común (y muy similar dentro del grupo), vestir, actuar, compartir creencias al unísono… Incluso hay personas que acaban mimetizándose tanto con el gurú que pueden llegar a parecerse físicamente. Personas que acaban siendo una verdadera extensión del otro, que parecen acabar diluyendo y olvidando su verdadero yo.
Otra consecuencia destacable estaría en que, con suma frecuencia y, en profunda conexión con la relación sectaria, muchas personas acaban desarrollando múltiples problemas en su salud mental. Algunos muy frecuentes (Cuevas, 2012) son el denominado trastorno adaptativo, así como, en casos de mayor gravedad, el trastorno de estrés postraumático. También destacarían las alteraciones disociativas, entre las que se encontrarían las alteraciones en la identidad. Muy habituales también son los problemas relacionados con la ansiedad, así como con las obsesiones, en tanto que en los grupos se estimula de forma irracional y excesiva el perfeccionismo, mostrando que la persona nunca es capaz de completar adecuadamente su misión, incrementando la frustración y la sensación y creencia de que la persona es sumamente imperfecta. Se atribuye a dicha “imperfección” personal el no haber podido obtener determinadas metas, que en realidad suelen ser inalcanzables; todo ello contribuye al incremento de la culpa. Síntomas depresivos, rigidez mental, ansiedad inducida por relajación, son también otras consecuencias frecuentes. También, en ocasiones, la aparición de creencia sobrevaloradas o peor aún, delirios mentales (Cuevas, 2012).
Otra consecuencia relevante que podríamos destacar, al margen o vinculados a los trastornos previos, sería el frecuente desarrollo de problemas emocionales, principalmente ansiedad, miedo y culpa; en ocasiones también frustración o peor aún, desesperación.
Otra muy habitual sería la dificultad dentro de estos grupos en poder escoger libremente la relación de pareja; en algunas será el líder (o la jerarquía) quien indique qué relación es la apropiada, o peor aún, destacando que lo correcto ha de ser estar sin pareja. En estos grupos resulta frecuente el control de la sexualidad y de la procreación, siendo mucho más frecuente de lo que se cree la exigencia de abstinencia sexual, así como también estimular la ruptura de parejas bien avenidas.
Una de las cuestiones más relevantes, serían los daños en la estructura familiar de origen, especialmente cuando éstos son críticos o puedan no estar conformes con la decisión de unirse o permanecer en el grupo. Esto sería extensible también a la red social, especialmente aquella previa al ingreso en el grupo.
En el terreno sociolaboral, resultan frecuentes el abandono del empleo, problemas de rendimiento (dificultando la carrera laboral o la promoción interna), así como distintas dificultades de adaptación social y laboral tras salir del grupo. Cuando alguien decide salir, después de muchos años, su futuro se ve comprometido. Durante la estancia se eliminan los planes personales de futuro; quedando sustituidos por los planes coincidentes con la jerarquía sectaria; promoviendo la obediencia y la priorización de las metas grupales. En este apartado también destacaría la habitual explotación económica, laboral y/o personal, siendo habitual que la persona trabaje fuera y dentro del grupo; ingresando cantidades desproporcionadas al grupo, así como recursos personales y materiales, que también suelen quedar a disposición del grupo.
Por último, destacaríamos la explotación o abusos sexuales, que siguiendo un estudio de 2016 (Cuevas, 2016) podría estar dándose en casi una quinta parte de las víctimas (18,7 %).
Un elemento relevante en todo esto es que, a diferencia de otras modalidades de agresión o victimología, nos encontramos con un daño que se presenta aparentemente egosintónico, en el sentido de que la víctima coopera con el/los agresores/agresores, los defiende y encubre activamente y parece estar conforme y de acuerdo con intereses claramente contrarios a su persona. De hecho, resulta frecuente que se alejen de sus metas y valores previos al ingreso, mostrándose excesivamente temerarios y desprendidos con sus posesiones, beneficios e intereses. Esto se opone diametralmente a lo que ocurre cuando estas mismas personas salen del grupo, momento a partir del cual manifiestan arrepentimiento, tratando en ocasiones, muchas veces en vano, de recuperar o reclamar parte de su patrimonio o inversión en el grupo. La realidad es que, tras el egreso, los exmiembros se sienten profundamente engañados.
3. INVESTIGACIÓN SALIDA DE GRUPOS SECTARIOS: CUESTIONARIO Y RECOGIDA DE DATOS
Cuevas (2016) y Saldaña et. al (2019) realizan una investigación separada en la que emplearon conjuntamente distintos cuestionarios e inventarios; valoraciones que serían empleadas para sus respectivas tesis doctorales. Entre otras cuestiones, realizaron la valoración de la salida de grupos coercitivos.
Para ello elaboraron un cuestionario ad hoc que recogía distintos aspectos de la salida de los grupos. La recogida de datos se realizó desde el 23 de julio hasta el 30 de septiembre de 2015 y se recogieron las siguientes cuestiones:
A) ACTITUD HACIA DISTINTOS COMPONENTES GRUPALES (GRUPO, LÍDER Y MIEMBROS)
- Actitud actual hacia el grupo (escala de siete opciones, desde muy negativa a muy positiva)
- Actitud actual hacia el/la líder o dirección del grupo (escala de siete opciones, desde muy negativa a muy positiva)
- Actitud hacia los miembros del grupo (escala de siete opciones, desde muy negativa a muy positiva)
- Actitud actual hacia el grupo (pregunta abierta)
B) MALTRATO / ABUSO
- Grado de maltrato físico en el grupo (escala de cinco opciones desde nada a continuamente)
- Grado de maltrato sexual en el grupo (escala de siete opciones, desde muy negativa a muy positiva)
- Grado de maltrato psicológico en el grupo (escala de siete opciones, desde muy negativa a muy positiva)
C) CÓMO SE PRODUCE LA SALIDA
- ¿Cómo se produjo su salida del grupo? (opción multirrespuesta)
- Factores de desvinculación sectaria. ¿Cuánto influyeron los siguientes motivos en la salida?: once motivos en una escala de cinco opciones (desde nada hasta completamente)
D) ATENCIÓN TRAS LA SALIDA DEL GRUPO
* ¿Ha recibido alguno de los siguientes tipos de atención con motivo de sus experiencias en el grupo? (si/no):
a) atención médica,
b) atención psicológica,
c) atención psiquiátrica
* ¿La persona que le asesoró era especialista o tenía experiencia en atender a exmiembros de grupos sectarios? (si/no)
* Tiempo que ha recibido asesoramiento psicológico (si procede)
En dicho estudio participó 134 personas, todas ellas autoidentificadas como víctimas de algún grupo coercitivo / sectario.
4. RESULTADOS
Vamos a analizar los principales resultados obtenidos a partir del anterior cuestionario.
4.1. Actitud actual hacia el grupo
La actitud actual hacia el grupo fue descrita como muy negativa, en el extremo de una escala de siete opciones. En concreto, con respecto al líder, el 74,6 % (n= 100) de la muestra escogió un 7, el extremo que refleja la actitud más negativa posible. Respecto al grupo, en general, esta puntuación extrema se reducía al 60,4 % (n= 81). Por último, el 16,4 % mantenían la misma intensidad negativa hacia los miembros del grupo.
Cuando se les preguntaba de forma abierta qué actitud tenían, destacaron principalmente, las siguientes respuestas, por orden de frecuencia:
- Rechazo, en un 13,44% (n = 16),
- Indiferencia, en un 10,08% (n = 12),
- Desprecio, en un 10,04% (n = 9),
- Pena, en un 7,56% (n = 8),
- Rabia, en un 5,04% (n=8),
- Odio, en un 5,04% (n = 6)
- Asco / Lástima / Dolor / Indignación cada una un 2,52% (n = 3)
- Tristeza el 1,68% (n = 2).
- Rencor / Desesperanza, un 0,8% (n = 1)
4.2. Maltrato / Abuso
El 93,3 % (N= 125 de 134) de la muestra de personas que se autoidentificó como ex miembro de grupo coercitivo, considera que sufrió abuso psicológico, de los cuales el 84,1 % señaló que lo sufrió con intensidades altas.
Más de una quinta parte de la muestra (20,8 %, n= 28) señala que también sufrió abuso físico y, cerca de una quinta parte (18,7%, n = 25) también describió haber sufrido alguna forma de abuso sexual.
4.3. ¿Cómo se produjo la salida del grupo?
Se dio seis distintas razones, que fueron valoradas en opción multirrespuesta, o sea, que podían escogerse varias simultáneamente; además de una adicional “otra” en la que podían especificar otras razones. Por orden de frecuencia, los ex miembros señalaron las siguientes razones para salir:
a) tras una reflexión personal à 67,9% (n = 91)
b) por expulsión o invitación a irse à 18,7% (n = 25)
c) por un proceso de “desprogramación” à 15% (n = 11,2)
d) tras ser asesorado/a por familiares o amistades à 14,2% (n = 19)
e) tras ser asesorado/a por expertos à 9,7% (n = 13)
f) porque el grupo se disolvió à 0,7 (n = 1)
g) otra (especifique)
“haberse enamorado”,
“desacuerdo con los responsables”,
“estar a punto de morir”,
“agotamiento psicológico y físico”,
“cambio de residencia”
“problemas físicos”,
“observar que manipulaban también a su hijo”, “porque también empezaron a abusar de su hijo”,
“problemas mentales”, “depresión”,
“por recibir amenazas”,
“porque le obligaban a maltratar a otras personas”,
“por no soportarlo”,
“por evolución personal”, etc.
4.4. Factores de Desvinculación Sectaria
Se abordaron once motivos que pudieron influenciar en la salida, que valoraban desde nada, hasta completamente. Se abordaron:
A) Factores Externos
1) Actuación de sus familiares
2) Actuación de sus amigos/as o conocidos
3) Asesoramiento de expertos
B) Factores Grupales
4) Estilo de vida restrictivo en el grupo
5) Contradicciones entre ideología y prácticas
6) Repetidos errores de predicción o profecía fallida
C) Factores Personales o Transaccionales
7) Cuestionamiento de algunas prescripciones u obligaciones del grupo
8) Deseo de mayor intimidad y privacidad, fuera del control del grupo
9) Sentirse objeto de abuso y/o de explotación
10) Experiencia decepcionante con el/la líder y/o el grupo
11) Darse cuenta de estar siendo engañado/a y/o manipulado/a
Podemos ordenar dichos factores influyentes en base a su frecuencia, teniendo en cuenta que la opción era multirrespuesta, o sea, que podían señalar distintas razones:
1) Cuestionamiento de algunas prescripciones u obligaciones del grupo à 95,5% (n = 124) (Personal)
2) Contradicciones entre ideología y prácticas, 94% (n = 122), (Grupal)
3) Darse cuenta de estar siendo engañado/a y/o manipulado/a, 90,3% (n = 117) (Personal)
4) Estilo de vida restrictivo en el grupo, un 88,8% (n = 115), (Grupal)
5) Experiencia decepcionante con el/la líder y/o el grupo, un 86,2% (n = 111) (Personal)
6) Deseo de mayor intimidad y privacidad, fuera del control del grupo, 82,8% (n = 107) (Personal)
7) Sentirse objeto de abuso y/o de explotación, 78,4% (n = 101) (Personal)
8) Repetidos errores de predicción o profecía fallida 43,3% (n = 54) (Grupal)
9) Actuación de sus familiares, un 43,1% (n = 56) (Externo)
10) Actuación de sus amigos/as o conocidos, un 43,1% (n = 56) (Externo)
11) Asesoramiento de expertos, 23,1% (n = 30) (Externo)
4.5. Atención tras la salida del grupo
Se les consultó si habían recibido o no, algún tipo de atención tras salir del grupo. Un 44 % (n= 59) tuvieron atención psicológica, un 26,1 % (n = 35) precisaron de atención médica mientras que un 17,7 % (n = 22) necesitaron de atención psiquiátrica. De las personas que recibieron atención posterior a la salida, cerca de la mitad, el 44,9 % (n=24) lo hicieron con alguien especializado en grupos sectarios. La gran mayoría de los que recibió atención psicológica (81,63 % n=40) tuvo un seguimiento que fue superior a un mes.
Respecto a si habían recibido ayuda psicológica, antes durante, después de su estancia en el grupo, o en la actualidad, se obtuvieron las siguientes respuestas de 124 de los sujetos de la muestra. Es destacable que sólo un 10,5% (n = 13) habían recibido atención psicológica antes de pertenecer al grupo, frente al 89,5% (n = 111) de la muestra. Estos porcentajes incrementan notablemente en relación a la estancia y, especialmente, tras la salida del grupo. De esta manera, el 20,1% (n = 27) recibiría atención durante su estancia en el grupo y el 44% (n = 59) la recibió después de su egreso. Un 21,6% (n = 29) refirieron continuar en tratamiento psicológico en el momento actual. Por lo tanto, el paso por un grupo sectario habría multiplicado por 4 la demanda de ayuda psicológica.
5. LA INTERVENCIÓN EN LA SALIDA. RECOMENDACIONES PARA LA INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Y FAMILIAR
A continuación, destacaré algunos aspectos de interés y recomendaciones clínicas que pueden resultar de interés para aquellas personas que interaccionan con miembros de grupos sectarios / coercitivos. Estas recomendaciones son generales y no pueden generalizarse a todos los casos. Tampoco han de ser tomadas de forma literal como una modalidad de intervención única, sino que más bien resume una filosofía del trabajo, con recomendaciones en el abordaje y en la interacción con miembros. Éstas serán de especial utilidad y aplicabilidad para aquellos casos en los que las personas se encuentran en un alto grado de dependencia grupal, o que muestren un excesivo fanatismo.
Por el contrario, cuando la persona lleva escaso tiempo en el grupo y aún dispone de suficiente capacidad crítica, así como también en aquellos casos en los que, independientemente del tiempo de estancia, muestran claras evidencias de tener dudas o estar abiertos a ciertos cuestionamientos, podría aportarse información controvertida sobre el grupo o adoptar una posición más confrontativa. Para el resto de los casos, especialmente aquellos que mantienen una afiliación estrecha y que en principio no parecen querer replantearse la salida, podríamos aplicar los siguientes “tips”:
- A pesar de la tentación habitual de muchos familiares, los abordajes o intervenciones nunca han de ser “forzadas”; tampoco ha de exponerse a las personas a estrategias engañosas. A pesar de que éstas se realicen con la mejor de las intenciones, estaríamos actuando en el mismo nivel que las “sectas”. Por otro lado, respecto a la eficacia de intervenciones “forzosas”, en muchos casos el efecto será el contrario: el rechazo y hostilidad extrema por parte de la víctima, que percibirá que su familia (y/o el terapeuta) no le respeta en sus decisiones o en su proceso de crecimiento, conllevando un mayor distanciamiento o incluso la “excusa” para que el adepto (o el grupo) les denuncien. Cuando se dialogue con la persona vinculada a estos grupos, tampoco recomendamos que se empleen “engaños piadosos”, no resulta necesario mostrar condescendencia con el grupo y de hecho, podemos admitir que existen ciertas cuestiones que no nos gustan. Eso sí, debemos hacerlo de una forma respetuosa y en tanto que nos permitan mantener esta conversación. También resulta recomendable hacerlo desde una posición de “opinión” u “opción”, evitando exponer nuestro punto de vista como una “verdad absoluta” (en contraposición a lo que suele hacer el grupo). No será por tanto una “desprogramación involuntaria” sino que más bien intentaremos prepararle e invitarle a reflexionar en torno a su decisión de permanecer en el grupo. El debate y el cuestionamiento respetuoso ha de prevalecer a la confrontación. Al mismo tiempo, en general no resulta recomendable exponer todas las opiniones y toda la información controvertida disponible; aunque sí será adecuado recabar tales datos controvertidos y de interés, para que puedan aportarse en el momento más adecuado. De hecho, en las intervenciones con profesionales, será relevante la buena costumbre y la adecuada cautela de usar consentimientos informados que resuman en qué consiste la intervención, solicitando a los adeptos que tengan una participación voluntaria y proactiva. El enfoque de la entrevista motivacional puede resultar de utilidad en estas intervenciones; hay que fomentar la guía y la cooperación, así como el respeto profundo a sus valores, deseos y necesidades.
- Los grupos sectarios fomentan el aislamiento de los familiares que no pertenecen al grupo. También suelen atacar, en mayor o menor medida, las personas del medio que no comparten su visión. Esto conlleva que en muchas ocasiones los familiares llegan a la consulta con situaciones límite, con relaciones ya profundamente deterioradas. Aunque en muchas ocasiones esta consecuencia la podemos atribuir a acciones del grupo, los familiares también han de ser conscientes de las actitudes o conductas que han generado un mayor rechazo, siendo en ocasiones necesario mostrar una actitud reparadora, abierta al diálogo y a poder aceptar algunas responsabilidades o errores; todo ello sin incurrir en falsas atribuciones delirantes que en ocasiones aparecen y que pudieran derivarse del grupo. Al mismo tiempo que podemos admitir posibles errores, también exponemos que podemos trabajar para resolverlo, señalando que todo puede ser resoluble. En general, atribuirse posibles errores en las formas, pero sin entrar en reforzar creencias extremas o delirantes. En esta fase, un objetivo relevante será generar confianza y proximidad con la supuesta víctima; esto se hará en la medida de lo posible y respetando a la persona si ésta pide explícitamente “distancia”. La alternativa será ofrecer invitaciones, más o menos ingeniosas, de proximidad o mediación.
- Si en algún momento queremos aportarle información controvertida o crítica con el grupo, una buena opción pude ser que ésta llegue desde fuentes externas o indirectas. Evitando en este sentido que se exponga a la familia o a las personas más cercanas de forma innecesaria. Hay que señalar que el grupo suele maniobrar con estrategias de contrapersuasión, o sea que, suelen alertarles señalando la conveniencia de alejarse de aquellos que critican o que no comprenden el nuevo estilo de vida. Una buena forma sería que la persona pueda tener esta información “disponible”, pero que no parezca que tenemos un interés especial en que la lea o la vea. De lo contrario, si se le insta con insistencia, la persona puede que valore que se le está “obligando”, provocando un mayor rechazo a tal información.
- Los debates e intervenciones son procesos complejos que requieren mucha información. Necesitan una amplia preparación previa, así como un buen conocimiento de la persona supuestamente afectada. En definitiva, conviene individualizar y evitar las prisas. En ocasiones las “urgencias” pueden provocar efectos indeseados, pudiendo deteriorarse aún más la relación.
- Algo importante será que la crítica se enfoque más en aquellos cambios que resulten indeseables o contrarios a la persona; especialmente aquellos que tienen una especial conexión con la identidad y los valores de la persona (los previos a su estancia en el grupo). En estas críticas, en general, será mejor abstenerse de señalar al “líder” o al “grupo” inductor; será mejor hacerlo desde la consideración de que la persona ha llegado por sí mismo a dichas premisas; o como mínimo, que las ha asumido por sí mismo. En este sentido, resulta interesante tratarlo como una persona que se supone que es capaz de razonar por sí misma y que, por tanto, puede decidir debatir por sí solo con nosotros. Destacaremos que nos unen muchas más cosas que las diferencias que parecen señalarse desde el grupo.
- Puede resultar importante comprender las razones de su permanencia en el grupo, así como de aquellos factores que desde un primer momento le atrajeron del grupo. También conviene explorar alternativas, distintas al grupo, que puedan cubrir sus necesidades. Mostrar que existen otras ofertas y planteamientos distintos al que ha tomado y defender la idea de que no existe un único camino “perfecto” para llegar al éxito o para alcanzar tales metas. O como mínimo, que siempre es conveniente tener “un plan b”. Estas propuestas conviene que se muestren como “opciones”, evitando que la persona valore que le estamos imponiendo u obligando a hacer algo que no quiere. No venimos a “limitarle” o a “robarle sueños”, al contrario, escuchamos sus deseos y su propuesta sin prejuzgar, admitiendo que existen distintos estilos de vida y diferentes formas de hacer las cosas.
- Emplear “Mensajes Yo”, exponiendo los deseos y las opiniones, sin imponer ni señalar que se tenga la verdad. Trataremos de emplear un discurso “ingenuo”, que no adelante información que no sea aún digerible. Otro aspecto interesante para destacar en la manera en cómo nos expresamos sería dejar constancia de que nadie es infalible, que “puedo estar equivocado” y que sólo aporto una opinión. Basándonos en la norma de reciprocidad, podemos también tratar de que la persona acepte que él también, en ocasiones, podría estar equivocado. Invitamos al pensamiento crítico y a discursos reflexivos. También ofrecemos alternativas al discurso “blanco/negro” / “todo/nada” … mostrando que en la vida prevalecen principalmente los puntos intermedios, frente a la dictadura del pensamiento extremo.
- Cuando nos embarcamos en un debate es importante plantear que el objetivo no será “ganar la batalla”, como tampoco pretendemos que nos dé la razón. El objetivo sería más bien tratar de inducir dudas en la persona, así como hacerle pensar por sí mismo. Es muy importante tratar que la persona llegue por sí misma a las conclusiones correctas, mucho mejor que esforzarnos en aportar un buen discurso que, aunque esté bien fundamentado, podría percibirse como “ajeno”. Hay que tener en cuenta, tal como sostiene la teoría de la disonancia cognitiva (Festinger, 1957), el cambio de actitud se ve favorecido por la percepción de libertad, así como por el esfuerzo y la dedicación. De esta manera, un discurso crítico “construido por uno mismo” resultaría el más convincente de todos. En definitiva, promover que piense por sí mismo para que pueda llegar a conclusiones más favorables. En este sentido, las personas del medio pueden convertirse en una fuente positiva de influencia, inductora, desde la confianza y la libertad. En ocasiones los miembros muestran esquemas muy rígidos e importantes dificultades para pensar por sí mismos; con lo que las “ayudas”, pueden ser bienvenidas, aunque evitando a toda costa que la persona perciba que se le está “imponiendo”. A veces, este discurso puede parecerse al juego “Tabú” de “palabras prohibidas”, en el que evitaremos mencionar la última palabra, pero sí contribuimos a que éste la genere:<< Creo que es blanco, lo suelo beber en vaso, puede provenir de las vacas…>> De esta manera, será el otro el que deba llegar por sí mismo a “la verdad”, “su verdad”.
- Algo muy relevante que debemos considerar es que el efecto de nuestro debate puede ser “retardado”. No siempre vamos a conseguir que el discurso tenga un efecto inmediato. A veces los mejores argumentos, bien expuestos, se pueden llegar a contemplar y aceptar “a posteriori”.
Referencias bibliográficas
Cuevas, J.M. (2012). Aspectos psicosociológicos de las sectas destructivas. Situación de las sectas en España y formas de combatirlas. Características de los líderes y los miembros del grupo. En S. Delgado (Dir.). Tratado de Medicina Legal y Ciencias Forenses, volumen IV (pp. 1471-1501). Bosch.
Cuevas, J.M. (2016). Evaluación de persuasión coercitiva en contextos grupales. [Tesis doctoral sin publicar]. Universidad de Málaga.
Cuevas, J.M. y Canto, J.M. (2006). Sectas: cómo funcionan, cómo son sus líderes, efectos destructivos y cómo combatirlas. Aljibe.
Festinger, L. (1957). A theory of cognitive dissonance. Stanford University Press.
Saldaña, O., Antelo, E., Almendros, C. y Rodríguez-Carballeira, A. (2019). Development and validation of a measure of emotional distress in survivors of group psychological abuse. The Spanish Journal of Psychology, 22(e33), 1 – 11. https://doi.org/10.1017/sjp.2019.32 .
Singer, M.T. y Lalich, J. (1997). Las sectas entre nosotros. Gedisa.