María Avakián [Psicóloga. Psicoanalista. Fue miembro de la Comisión Directiva de la APBA, Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. En la actualidad, desarrolla su actividad clínica en Buenos Aires]
Sinopsis del film
Basada en la novela de Lauren Weisberger, El diablo viste de Prada, la película fue dirigida por David Frankel. EEUU, 2006. Andrea Sachs (Anne Hathaway), con su reciente título de Lic. en Periodismo, llega a N.Y en búsqueda de trabajo. Encuentra una oportunidad como asistente segunda de Miranda Priestly, legendaria y poderosa editora de la revista Runway la más influyente en el mundo de la moda.
Andy se inserta en un ámbito laboral marcado por la cruel y avasallante relación que Miranda mantiene con su equipo de trabajo. Sobrevivir en él se hace posible, en un principio, gracias a su indeclinable convicción de no rendirse nunca ante el fracaso. Sostiene además la idea que sólo será por un año, tiempo que estima necesario a los fines de obtener los contactos que serán la puerta de entrada al trabajo como periodista.
Blanco de burlas por su desconocimiento de la moda, su falta de sofisticación y la calidad de su ropa, soporta los humillantes y excéntricos pedidos de su implacable jefa. Si bien Andy, en un principio, no parece rendirse ante las exigencias insaciables de Miranda, resolviendo adelantarse siempre a sus órdenes, los mandatos tiránicos a los que se verá cada vez más sometida, comenzarán a afectar su vida privada y, poco a poco, dejará de ser quién era.
Un pacto con el Diablo
Mefistófeles:
Me pongo aquí en la tierra a tu servicio, sin darme tregua a tu señal; más cuando allá volvamos a encontrarnos tú harás conmigo igual. Fausto. J.W.Goethe
Si bien podríamos haber seguido una línea que conduce a lo que puede darse en cualquier ámbito laboral, ya que lo que acontece en el film no es privativo del mundo de la moda, nos interesa detenernos aquí en algunas cuestiones muy específicas.
El objetivo será entonces limitado: centrarse en ciertas implicancias que se desprenden del título del film y las reiteradas referencias al personaje de Miranda como “un verdadero diablo“.
La mención a la figura del demonio y su modo de presentarse -“a la moda” o, como lo hacen con más precisión tanto la novela como el film en su versión no traducida, vestida con una célebre y sofisticada marca de ropa- evoca y connota el conocido hecho de aparición y pacto con la figura diabólica, trato en el que un sujeto humano, ambicionando bienes materiales, intelectuales, éxito, fama, fortuna, belleza, entre otros, se ofrece a los poderes maléficos a cambio de la entrega de su alma.
Todo el film resalta la magistral actuación de Meryl Streep (Miranda) ejerciendo un poder despótico, un verdadero despliegue de abuso y humillación, representado por ejemplo en el reiterado acto diario de despojarse de su atuendo, arrojándolo sobre el escritorio de sus “subordinados”. Éstos, ocultos tras montículos de lujosos abrigos y afamadas carteras de marca, quedan confinados al lugar de un objeto más, ya que ni siquiera son dignos de saludo. Órdenes y contraordenes imperiosas, por momentos ridículas e imposibles de lograr, aterran a sus empleados. Ese es el contexto que encuentra Andrea Sachs cuando se incorpora a la firma.
En su Biografía del Diablo, A. Cousté transcribe el más paradigmático modelo de pacto diabólico conocido hasta la fecha, el del Compendium Maleficarum de Francesco M. Guazzo. Una de sus ventajas radica en la sistematicidad con que establece las normas del contrato. Tomaremos algunas de sus cláusulas para ver cómo pueden ser transpuestas a las vicisitudes laborales de la joven periodista con su jefa, ayudando a comprender lo pertinente del título del film.
En una de las cláusulas, se le ordena al candidato abandonar su vestuario habitual, desdeñarlo y tirarlo para recibir uno nuevo, indicador de la nueva pertenencia. Así, Andrea se va privando de sus prendas originales en forma paulatina, presentándose un día en la oficina con el atuendo deslumbrante que le ha indicado Nigel, (Director de Arte de la revista)
En otra cláusula se dice que el candidato deberá jurar obediencia y sumisión, rindiendo homenaje y servidumbre a su “nuevo amo”.
Otra establece que deberá prometer y dedicar todas sus fuerzas y diligencias a concurrir al llamado del Diablo. De hecho, Andrea vive permanentemente conectada a su celular para recibir, siempre con carácter urgente, las órdenes humillantes y excéntricas de Miranda Priestly, que llegan en cualquier momento y lugar.
En otro ítem, se ordena abjurar de todo vínculo familiar y social previo al pacto. La joven periodista va perdiendo progresivamente el lazo con sus amigos y con su novio, quienes ya no pueden ver en esta Andy a la que conocieron en el pasado.
Por último, en otra cláusula del Compendium… se fija la asignación al aspirante de un padrino o madrina, destinado a dar la instrucción necesaria en las artes oscuras. Este papel lo cumple, una vez más, Nigel, conmovido por el desconcierto en el que se encuentra la joven. En la misma cláusula se ordena renunciar también al nombre de pila y recibir otro impuesto por su nuevo señor. En efecto, Miranda se obstina caprichosamente en llamarla “Emily”, hasta que después de cierto tiempo emplea el nombre verdadero, situación que la sumisa Andrea recibe con alborozo, como signo de aceptación. Por último -tal vez irónicamente- se concluye con la imposición de una “marca del Diablo” que reconoce al súbdito su obediencia ilimitada a las “leyes” tiránicas de aquél. Cómo podemos advertir en el título original, El diablo se viste de… Prada.!!!
Pero cierto es que en Andrea se produce una verdadera y completa aceptación a los caprichos de la directora de Runway. Absolutamente fascinada, se entrega “en cuerpo y alma” a su nuevo rol. Idealizando a Miranda, se esfuerza al límite para recibir un gesto de aprobación. Todo el tiempo corre, agitada, de un lugar a otro, destinando todas las horas del día a cumplir con una tarea por la que…morirían un millón de chicas, como insisten en recordarle a cada instante.
Te estás pasando al lado oscuro, le advierte una compañera, para finalmente sentenciarle Vendiste tu alma el día que te pusiste tus primeros Jimmy Chos (en referencia la marca de zapatos), pasando de esta manera, a formar parte del ejército de las bellísimas y delgadísimas “claqueras” que en su incesante ir y venir van clavando sus tacos aguja por el mármol de los pasillos de las oficinas.
De este universo de entrecruzamientos narcisistas es difícil salir. Cuando finalmente Andy se libere, lo hará arrojando el grillete celular a una fuente. Es un final feliz, digno de una comedia. Pero cabría preguntarse qué es lo que posibilita esta liberación. Andy descubre que Miranda va ser removida de su cargo y en su lugar van a designar a Jacqueline Follet (Editora de la revista Runway francesa). Con desesperación, Andy trata de advertirle lo que va suceder, pero Miranda la evade y aparentemente no quiere escucharla.
Cuando el diseñador James Holt decide globalizar su marca, Miranda le recomienda a Nigel como socio. Pero finalmente, la insensible y fría directora que, por supuesto, estaba al tanto de su remoción, se adelanta: al momento de revelar la verdad públicamente nombra como socia de J. Holt a Jacqueline Follet, traicionando a Nigel para mantener su cargo. Andy encuentra allí su límite, donde el ansia de poder de Miranda se presenta como sin límites. Veo mucho de mí en ti, le dice Miranda en una de las escenas finales. La joven lo niega, pero la inescrupulosa directora le señala con irónico sarcasmo que ya, en una ocasión anterior, Andy hizo algo similar con una compañera: teniendo que optar entre renunciar a sus ambiciones, al tomar una decisión que ponía en juego su solidaridad, o seguir adelante bajo presión de Miranda, eligió lo segundo. Se podría hablar aquí de una verdadera “interpretación” que Miranda le hace a la joven. En ese punto, Andy decide esta vez, no continuar.
Más allá de tener presente esta “recuperación ética de libertad “en Andy, tal vez convenga concluir aquí, señalando que tanto Miranda Priestly como Andy Sach son engranajes funcionales dentro de una verdadera máquina diabólica: aquella que obliga a borrar todo signo de entidad subjetiva en pos de una pura imagen que sólo se lee en números de talles, a salir a un mundo donde una tenue fachada de belleza apenas enmascara el inescrupuloso salvajismo, de una verdadera ley de la selva urbana. Es un mundo donde (…) el diablo estaba tan cansado que prefería dejarlo todo en manos de los hombres, más eficaces que él.
Bibliografía
Couste, A. (1978). Biografía del Diablo. Barcelona: Argos Vergara.
Sciascia, L. (1989). Leonardo, el caballero y la muerte. Barcelona: Tusquets.